Facultad de Ciencias de la Educación

Aunque sabemos que la muerte es una suerte de emancipación temporal frente a la vida, la partida de alguien cercano hace que afloren en nosotros sentimientos de hondo pesar; una sensación de impotencia que se agudiza cuando reconocemos en esa personas a los maestros que han marcado nuestra existencia, que nos abrieron horizontes y que incidieron en las decisiones de vida que escogimos. Hoy me declaro en duelo, hoy me reconozco impotente por la temprana partida de mi amigo y profesor de la UTP, Fernando Maldonado.

Sin duda, sus clases magistrales de cine y fotografía en la Escuela de Español y Comunicación Audiovisual de la Facultad de Ciencias de la Educación de UTP, fueron un impulso para empezar a reconocer la diferencia entre un gesto artístico y un simple artilugio visual, en una época en la que todavía no se advertía la incidencia de la tecnología en la manipulación de la imagen y en la que su teoría sobre el balance de blancos resultaba indispensable para entender la dimensión estética de la fotografía. También era contagiosa su pasión por el cine, que lo llevaría a crear, a finales de los 70, junto con otros colegas entusiastas y soñadores, el Cine Club Universitario, primer cine club de la ciudad, con una programación semanal permanente, concertada con el Teatro de Comfamiliar.

Sabemos que los grandes maestros siempre siembran semillas, las ayudan a germinar y se empeñan en aportar lo mejor de su sabiduría para que los frutos sean de calidad y su permanencia duradera. La Facultad de Educación y la Escuela de Español y Literatura tienen en la Maestría en Comunicación Educativa y en otros procesos académicos de gran incidencia para la región y el país, un ejemplo del compromiso de Fernando Maldonado con la formación en nuestra Universidad.

En mi memoria y en la de muchos de los colegas que tuvimos el privilegio de su generosa amistad, su presencia seguirá intacta. A su esposa Rosalba y a sus hijos Andrés y Alejandro, todo mi afecto y solidaridad.